Eline, un jardín de las delicias en la Colonia Del Valle
No recuerdo claramente por qué andábamos caminando por la calle de Pilares, en la Colonia del Valle —probablemente buscando café, pan o algo que no necesitábamos—, pero qué bueno que lo hicimos, porque así fue como nos topamos con un restaurante nuevecito que acababan de abrir en un local que llevaba siglos cerrado (ok, no siglos, pero sí bastante). Estaba casi pegado a una pizzería muy famosa por ahí, así que tomamos nota mental: “hay que volver”. Y como el fin de semana siguiente andábamos por la zona, pues cumplimos la promesa. Así conocimos Eline.

Desde que entras, notas que Eline no es como cualquier lugar de la zona. Te recibe una barra de bebidas muy coqueta, y más al fondo, unas cabinas que recuerdan a los diners gringos, pero con mucho más estilo y cero olor a papas refritas. Pero lo mejor está escondido: un jardín bonito, amplio, con sillones y mesas con muy buen gusto, y sombrillas en modo “te protejo del sol, pero no arruino tu selfie”. Ya con eso nos tenían ganadxs. Pero claro, faltaba ver el menú.
La carta no es muy larga, pero sí antojable de principio a fin. Perfecta para desayunar rico o comer sabroso sin meterte en broncas. Por las mañanas hay desde tazones de fruta muy zen hasta chilaquiles, waffles con pollo frito y varios estilos de huevos (los rancheros, los benedictinos y hasta un shakshuka muy internacional). Ah, y su pan dulce merece aplausos, más si lo acompañas con café. En las tardes, se transforma: hay sándwiches, ensaladas, sopas, tacos y algunos platos más poderosos.

Aquí entre nos, los sándwiches son las estrellas del show. Hay de todo: BLT, grilled cheese con su sopita de tomate, croque madame, uno de pollo frito y el French Dip, que viene con su juguito de carne para chopear (y chillar de gusto). Todos los hacen con un pan de caja artesanal de masa madre que está tan bueno que podrías comerlo solo con mantequilla (y aún así ser feliz). ¿Prefieres tacos? Tienen de costilla, cecina, barbacoa de picaña y más, todos con tortillas de masa azul hechas a mano. Y si andas en mood fancy, hay hamburguesa, risotto, rib eye o salmón en costra de semillas.
Nosotrxs queríamos probar todo (todo), pero como solo éramos dos, tuvimos que aplicar autocontrol. Pedimos de entrada un fideo seco y una coliflor rostizada que, en serio, es una maravilla. Luego nos fuimos con el sándwich de pollo frito (que viene tempurizado y con una costra de queso provoleta que es como el escudo del sabor) y un French Dip que estaba jugoso y sabrosísimo.

La neta es que la pasamos genial. Todo estaba delicioso, las porciones bastante generosas, los precios muy decentes (con todo y cervecita, gastamos unos $350 por persona) y el servicio fue amable, relajado y buena onda. Y ese jardín… uff. Ideal para ir sin prisa, como debe ser.

Eline es de esos lugares que no hacen mucho alarde, pero te conquistan con buena comida, ambiente lindo y cero pretensiones. Ya sea para un desayuno rico, una comida tranquila o para salir del antojo de algo diferente, sin duda es un lugar al que vale la pena regresar (con hambre, eso sí).
¿De a cómo, de a cuánto?
Dirección: Pilares #46, Colonia Tlacoquemecatl del Valle, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Horario: Martes a sábado de 88:00 a 22:00 hrs., domingo de 10:00 a 19:00 hrs.
Instagram: instagram.com/eline.rest